Extremo de los de antes, de los que aman jugársela en el 1vs1, de los que retan a su lateral en cada control de balón. Imparable cuando está en estado de gracia, futbolista que ejemplificó como nadie el 'efecto Pacheta'. La segunda era una temporada sombría, difícil, sin continuidad, y con el equipo al borde del abismo. Xavi no vivía sus mejores días: incómodo y en ocasiones carne de banquillo, exigencia alta por su anterior temporada pero sin posibilidad de ser correspondida. Hizo el primer tanto de la nueva etapa, el que abrió la lata del famoso "ganar al Eibar". Máximo beneficiado de un nuevo estilo, disfrutaba corriendo al espacio y estaba de dulce de cara a puerta. Acabó el curso en su mejor versión, todo estaba listo para un nuevo asalto en el tercer año. Y Xavi Moré, en su punto justo.
Paradigma del Real Oviedo, robar y correr. El cielo abierto para los extremos, verticalidad y metros por delante para dejar que fuesen ellos quienes se la jugasen en el 1vs1. En eso Xavi marca la diferencia; perdida la cuenta de la cantidad de cinturas que crujieron con el amago hacia dentro y posterior quiebro para marcharse por fuera y ganar línea de fondo. De nuevo salvavidas del colectivo cuando el arranque no fue bueno, y nuevamente máximo exponente de la resurrección azul que hiciera soñar con el ascenso. Para el recuerdo su actuación en Valdebebas ante el Castilla en el que posiblemente haya sido el partido más brillante del Real Oviedo en la última década.
Su lesión de ligamentos en Toledo marcó el principio del fin del sueño aquella temporada. Sin Xavi Moré los azules perdieron a uno de sus estiletes, sobrecargaron al otro hasta dejarle sin aliento en la recta final de Liga. Todos miraron al estilo y al banquillo, pero siempre quedará la certeza de que sin aquella desgraciada jugada en el Salto del Caballo, el equipo hubiese peleado hasta el final.
El último curso era el de la ilusión, ya sin Control Sport al mando; también el de la lucha por la supervivencia. Otra pretemporada sin Xavi, se convertía en el mejor refuerzo cuando la recuperación quedó atrás. No daba sensación de arranque el equipo, Sarriugarte no llegó a dar con la tecla, tampoco se ganó el favor ni de la grada ni del vestuario. Llegó Granero para preparar el playoff, le dio semanas de descanso a Moré para cuidarle de cara a las eliminatorias. Hizo lo que quiso con Pablo Gil en la eliminatoria ante el Albacete, pero ante el Eibar le tocó bailar con la más fea. Aún así, fue Irureta quien le privó de la gloria sacando su disparo desde la frontal, el que hubiese supuesto el 2-0 antes del descanso. Su sustitución coincidió con la remontada armera.
Se va un futbolista de los que levantan al oviedista de su asiento en tribuna. Cuando Xavi recibe y encara a su par, la grada del Tartiere empieza el murmullo, sabe que puede ser la jugada decisiva. Sus lágrimas tras la derrota en Ipurúa hacían presagiar el final de una etapa, aunque algunos seguimos viendo en Xavi Moré un futbolista aprovechable. Quizá en otro rol, pero necesario por calidad e implicación. Treinta minutos suyos en intensidad máxima valen más que 90' de la mayoría. Será considerado por siempre uno de los nuestros, uno de esos futbolistas que conectan con el oviedismo de manera especial; Yeray, Aulestia, y tantos otros, tienen nueva compañía. Gracias por estos cuatro años, y mucha suerte en tu nueva etapa. Disfrutarás del retorno a LFP desde la grada del Tartiere, como haremos el resto.
Foto: La Nueva España