Futbolista que no necesita carta de presentación. Indiscutible con todos los entrenadores durante estas tres temporadas, pocas veces recordado un consenso mayor entre cuerpo técnico y afición cuando tocaba valorar a un futbolista. Pulmón del centro del campo, sacrificio en la disputa y en el balón dividido, fue uno de los que hizo posible que el Real Oviedo se volviese vertical. Aitor Sanz robaba y soltaba al espacio, ahí se vio su mejor versión. Ejemplo de profesional dentro y fuera del campo, fue capitán ejemplar hasta el último día.
Ahora condiciona por completo la planificación de la nueva plantilla: el madrileño era de los pocos con plaza asegurada, e incuestionable para un Granero que le tenía como pieza básica. Del Pozo descartó a Cerrajería en la primera criba, ahora la afición le reclama. Pero Aitor y Gálder son complementarios, no sustitutivos. La salida del madrileño no afecta al vasco, más allá de que el cuerpo técnico quisiera mantener un determinado número de futbolistas del bloque anterior, y la presencia de uno anulase al otro. Futbolísticamente son casos distintos, te aportan cosas diferentes; Cerrajería no puede cubrir el hueco de Aitor Sanz, ni viceversa.
Con la salida del capitán, el golpe a la planificación es monumental. Aspiración de ascenso, Granero y Del Pozo lanzaron su apuesta al no renovar a la práctica totalidad de los que acababan contrato. Plantilla nueva en un 80%, tocaba buscar los refuerzos que diesen el salto de calidad, siendo complicado el mercado de Segunda B. A las primeras de cambio, el capitán e indiscutible mediocentro emprende camino a Tenerife, renuncia al proyecto. El mensaje que desprende el Real Oviedo de puertas afuera no podría ser peor: si una de tus 'vacas sagradas' busca una salida es que algo no encaja. Afectará a la hora de firmar a los nuevos, no cabe duda. Una piedra más.
Lícito que el futbolista quiera jugar en Segunda División, como ya hiciera con el Real Unión. No será el primero, ni será el último mientras el Real Oviedo siga fuera de la LFP. Cumplió su contrato y la actitud fue intachable siempre. El problema son las formas, eso despierta la ira de la afición porque los futbolistas son esclavos de sus palabras. El verano pasado salieron Juanma, Nano y Pelayo, ninguno recibió reproche alguno por aspirar a más. Pero Aitor Sanz dijo hace dos semanas en Ipurúa, con lágrimas en los ojos, que no se iría de aquí "hasta dejar al Real Oviedo en Segunda". Las palabras se las lleva el viento, se vuelven en tu contra, ahora le pasan factura. El enfado de la afición es comprensible y natural, también por lo repentino.
El oviedismo está harto de declaraciones de intenciones, de poesía para sus oídos. Que lleguen y jueguen, que asciendan si se les contrata para eso. El cuento nos lo sabemos todos, afición como esta no la hay en ningún sitio. Agradecimiento por estos tres años, siempre estuvo a la altura del brazalete sobre el césped y ante los medios, dio la cara por sus compañeros y mantuvo el tipo en los momentos duros. Pero su salida no es acorde, tampoco la despedida. Aitor Sanz deja una lección para los que vengan detrás: que no hagan promesas que luego no puedan cumplir. Se va él, llegará otro. Esperemos que Del Pozo acierte en la elección porque será un pilar básico. Y el oviedismo, a lo de siempre. Al fin y al cabo, pasan los años, pasan los jugadores... queda el Club y la camiseta.
Foto: La Nueva España