Michu, the Capital One

Escenario inmejorable, la tradición británica al servicio del fútbol y Wembley como la casa oficial de todos. 82.597 espectadores llenaban el templo londinense para ver una Final de Copa de la Liga entre un modesto equipo galés y otro de Cuarta División (Third Division); ejercicio de cultura futbolística. El Swansea ante su gran día, segunda oportunidad para llevar el primer título oficial a sus vitrinas tras el anterior intento por la FA Cup, que se remontaba a 1926. Y en el año de su centenario.

Favorito el equipo de Michael Laudrup, no había duda alguna por más que enfrente estuviese el Bradford, viviendo un sueño tras haber dejado en la cuneta, entre otros, al Arsenal. Equipo revelación en la Premier, los 'cisnes' son el híbrido perfecto entre el estilo histórico de las Islas y el toque personal de un técnico tan elegante en los banquillos como lo era sobre el césped. Equipo doctorado en la ida de semifinales ante el Chelsea, el 0-2 en Stamford Bridge confirmó como realidad lo apuntado durante los primeros meses de competición. Los galeses también asaltaron el Emirates semanas antes,  
que se ande con ojo el Teatro de los Sueños porque es la pieza que les falta.

Nuestro Michu en el centro de todas las miradas, como emblema del cuento de hadas que viven en el pequeño paraíso que es Swansea. Ciudad pequeña, modesta, humilde, plaza perfecta para un chico que quiere mantenerse alejado de distracciones y dedicar todo su empeño hacia el fútbol para alcanzar sus sueños de niño. Entrenamientos matutinos, siesta tras la comida para mantener las buenas costumbres, relax ante la Play antes de la noche. Michu vive por y para la pelota.

Desde un principio el estilo Premier le encajó como anillo al dedo. El ataque sobre la defensa, ida y vuelta, verticalidad en estado puro, un fútbol alejado de la especulación y las malas artes, seguro que Santi Cazorla aún recuerda las críticas por simular un penalty que le dio tres puntos a los 'gunners'. Michu aterrizó de pie, dos goles en el debut en casa del QPR y cinco tantos en sus primeros siete partidos para empezar a grabarse un nombre en la competición. Mejor registro goleador de un debutante tras la primera vuelta, idéntico bagaje al que tuvo un tal Kun Agüero la temporada pasada.

Oposiciones para entrar en la lista de la Selección. 'La Roja' es el mejor equipo del mundo, quizá estemos hablando incluso del mejor de la historia del fútbol. El puesto está caro, la competencia es feroz y Del Bosque se resiste a darle la alternativa como internacional. Pero la evidencia ya es abrumadora, los números hablan por sí solos: 19 tantos en 34 partidos oficiales en un equipo modesto como el Swansea. Rendimiento fuera de toda duda, méritos más que de sobra para que más pronto que tarde podamos ver a Michu lucir con orgullo una camiseta a la que solo aspiran los elegidos.

Su valía va mucho más allá de sus goles. Futbolista respetado en las Islas, temido por los rivales, y el Swansea como la envidia de todos por haber sido el más listo en el mercado de verano. Los grandes llaman a su puerta, y mientras Michu firma su renovación con los galeses hasta 2016 para darles una posición de fuerza en futuras negociaciones a aquellos que apostaron por él cuando nadie se atrevió a hacerlo. En Inglaterra su historia enamora, desde su apuesta por el Real Oviedo en 2003 y 2010 hasta sus declaraciones en las que dice que solo se va contento a casa tras un partido si siente que no le queda ni un soplo de aire dentro.

Swansea y Bradford en cita para la historia, la Final de la Capital One Cup también se jugaba en España por la presencia añadida de Rangel y Pablo Hernández, con Chico en la grada por lesión. Dyer abrió la lata tras disparo de Michu desde la frontal, marca de la casa. Al filo del descanso cayó en diagonal hacia el pico izquierdo del área, recibió de Pablo Hernández y paró el tiempo: control con el
exterior, amago al central y disparo seco, abajo, con el empeine de su zurda directo al palo largo,
casi sin armar la pierna. Gol de crack, de futbolista especial, de chico tocado por una varita mágica.

Participó en el tercero, pared entre Dyer y Routhledge, el '9' la dejó pasar por dos veces entre sus piernas para que los centrales no supiesen ni dónde estaba el cuero. Le quedó tiempo para demostrar jerarquía y galones, fue quien intercedió en la discusión entre De Guzmán y Dyer por el lanzamiento del penalty que dio lugar al cuarto tanto. Capitán sin brazalete, aun sin dominar el idioma es capaz de ejercer de líder ante dos compañeros en un momento de tensión. Y tras la expulsión de Duke y ante el temor de los futbolistas del Bradford porque les cayese un carro de goles, una frase: "don't worry, we'll keep the ball".

Foto: EFE y @Michuoviedo