La mayor afrenta jamás contada

La humillación convertida en partido. Visitar Gijón para jugar contra el filial del eterno rival es el castigo de cada año, como si fuera poca la penitencia de deambular por las catacumbas del fútbol español desde hace diez temporadas. Partido sin nada que ganar, los tres puntos siempre son una exigencia por más que, en el día a día, el rival sea de la misma categoría que la tuya. Sumar tres puntos, agradecer a quien no te ha dejado solo, y volver a casa abriendo hueco con rivales para que el liderato sea cosa de dos; ésa debía ser la idea azul.

Sarriugarte no quiso tocar lo que funciona, Javi Casares repitió como segundo punta cerca de Diego Cervero tras su gran partido ante el Marino para despedir 2012. El jerezano por detrás del '9' es el gran acierto de Félix en lo que llevamos de temporada: cae a una banda y otra para buscar balón y arrastrar central o ganar superioridad, rompe en vertical para ganar la espalda, Javi Casares es el agitador de toda la ofensiva azul. Así no hay sitio para Manu Busto, los primeros días salvador y ahora recluido en el papel de revulsivo. Involucrarlo y convertirlo en jugador de 30' por partido, todo dependerá de la cabeza del cántabro y la capacidad de Sarriugarte para que cale su mensaje.

Controlar emociones, dominar el tiempo y jugar más con la cabeza que con el corazón, ésa es la receta para un partido en el que la experiencia debe superar al ímpetu. Los chicos de Abelardo salieron atenazados por el escenario, encadenaron errores en el pase por confundir verticalidad con precipitación. Cervero y Casares empezaban a incomodar tapando 2vs2 la salida de centrales; si batían línea, era Javi quien retrasaba posición para colocarse sobre Sergio Álvarez. Robar y salir, la 'ausencia' de Íker Alegre y Jandro minimizó el poder azul.

Aún así los azules por delante, agitó Javi Casares con una caída a banda izquierda, y remató Cervero para el 0-1. Diego es especial en el área, diferencial. Pudieron fabricar el segundo en roles invertidos y en jugada más propia del curso pasado, prolongación del '9' para entrada del jerezano, pero Javi falló en el mano a mano. Si Casares es capaz de mejorar en la definición y ver puerta, será tan indiscutible como su compañero. Mientras, perdonar es darle aire a un rival que en cualquier momento da la vuelta a la tortilla.

Digna de estudio la charla de Abelardo en vestuarios, la segunda mitad fue otro mundo del que no merece la pena analizar nada. Los azules debían mantener la intensidad sin balón y en la disputa, no dar la concesión que metiese en el partido al filial esportinguista. Es el día en que no tienen nada que perder, también en el que juegan en el escenario al que aspiran llegar y ante un público entregado que no suele dejarse ver cuando no juegan ante el Real Oviedo. Bastó una mecha para encender la llama; a partir del empate, empujados por el ambiente y el contexto, pasaron por encima de los nuestros. Un vendaval que pudo dejar un marcador aún más doloroso.

Recuerdo de Tenerife, la segunda parte de ayer fue idéntica a la del Heliodoro aunque la falta de puntería de los chicharreros sirvió para tapar cuarenta y cinco minutos de inferioridad manifiesta e inadmisibles para el Real Oviedo. Equipo partido, futbolistas blandos en la disputa y caminando en la transición defensiva. Ni rastro de orgullo, ya no por el Club sino por ego personal, a nadie le gusta ser bailado. Ni rastro de reacción en el campo ni desde el banquillo, Cervero fue sustituido con 2-1 y más de 20' por jugarse, nadie supo coger el toro por los cuernos.

El perdón no bastará. Jugar ante su filial es lo que toca, el oviedismo lo afronta con resignación pero con dignidad porque nunca abandona a los suyos en los malos momentos. Ayer el equipo tiró por los suelos ese orgullo oviedista, la herida va más allá del resultado porque la derrota entra dentro de un escenario posible pero siempre con la cabeza alta. No fue el caso. Una herida que tardará en cicatrizar en el corazón de muchos...

Foto: Lne.es