El más duro, el más largo

Victoria agónica, sufrimiento hasta el fin, de nuevo el filial sportinguista se convirtió en el rival más díficil de la temporada para el Real Oviedo. Es así cada curso, todo lo que rodea al partido lo hace diferente, siempre son ellos los que salen en ventaja, sin nada que perder. Y es que el de ayer es el castigo más duro del año, el peaje a pagar por haber caído a las catacumbas del fútbol. Pero aún 10 años después, más de los 10.121 espectadores anunciados por el Club estaban en el Tartiere, niños que no han visto al Real Oviedo en Primera estuvieron ahí. El oviedismo sigue muy vivo en la ciudad y en Asturias.

Ayer no pesó el ambiente, el equipo salió enrabietado y dispuesto a maniatar a su rival, todo se puso de cara muy pronto. Penalty y expulsión, minuto 6 y 1-0 en el marcador, todo a favor para una noche plácida, de disfrute para todo el oviedismo que se juntó en el Tartiere. Nivel de activación correcto, jugadores mentalizados, otro día se hubiese fallado la repetición del penalty pero ayer la plantilla sabía lo que había en juego, no cabía el fallo. Pero algo de razón tenía el mago Helenio Herrera cuando dijo aquello de que se juega mejor con diez que once. Y no porque la afirmación sea completamente exacta sino porque la superioridad numérica desciende las pulsaciones, verlo todo tan de cara relaja al futbolista, es inevitable, el rival se crece según pasan los minutos. Ya ocurrió aquél 11 de Enero de 2004 contra el Engendro, cuando los bastardos consiguieron remontar el 1-0 de Cervero con un jugador menos.

Ya no se pisó a fondo el acelerador, se creyó que el 2-0 caería por su propio peso como fruta madura, de hecho estuvo a punto en acciones de Nano y Manu Busto. El rival espera, llegar con 1-0 al minuto 80 es un triunfo porque entonces se lanzarán a tumba abierta jugando con el miedo adversario. Faltó ambición para buscar el segundo y cerrar el partido, el marcador corto siempre es un peligro. Todo se agudizó tras el descanso, los de Pacheta cedieron metros y el Sporting B creció, se hizo con el cuero aunque no llevaba peligro a la meta de Lledó. El mal ya estaba hecho, se les había metido en el partido y cualquier acción aislada podía darles el empate, sobre todo estando el lanzador Juan Muñiz sobre el césped.

Con la expulsión de Nano la tortilla dio la vuelta por completo, el partido estaba 10vs10 pero el temor azul era tal que parecía que los que estuvieran en inferioridad fuesen los de Pacheta. Los nuestros buscaban que se jugase poco, muchas interrupciones, amagos de tangana, quedaba un mundo. Y el empate llegó en el único disparo a puerta del filial sportinguista, después de una acción a balón parado. No es fragilidad defensiva cuando el rival apenas crea peligro, pero algo falla cuando cada acercamiento se convierte en riesgo máximo, más de lo mismo que ante el Alcalá. Sobrevolaron los fantasmas el Tartiere, no sólo se tropezaba de nuevo ante el segundo equipo de nuestro máximo rival sino que el playoff podía alejarse definitivamente, se convertía en una noche de pesadilla.

Pero éste Real Oviedo se crece en los grandes escenarios, en las grandes ocasiones, ahí demuestra su grandeza por más que sea incapaz de dar buenos conciertos en los pequeños teatros. El público del Tartiere tenía ganas de aplaudir y rugió como nunca, como siempre; contagió a los futbolistas para superar el mal endémico de la zozobra tras encajar un tanto, diez minutos de guerra. El equipo volvió a ser valiente y atrevido cuando se vio entre la espada y la pared, da lo mejor de sí mismo cuando sabe que no hay vuelta atrás. Por eso Pacheta está tan seguro de dar la talla llegado el playoff, sabe que sus chicos están cómodos en los momentos de ahora o nunca.

Y llegó el error de Denis en la estrategia botada por Manu Busto, apareció el pequeñín en las fotos de los dos goles azules y apareció Juanpa en el segundo palo para insistir en el sueño del ascenso. Insistir, como hizo el segoviano para estar ahí esperando el fallo en la salida, como estuvo Nano en Luanco, como estuvo Teo ante el Alcalá. Exigir, apretar, insistir hasta el último día. Nueve finales por delante, nueve partidos para dejarse la vida, nueve partidos para llegar a lo bueno. Y es que "este equipo es una garantía de competir en playoff".

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Foto: Jonás Sánchez