No acostumbro en Ovieditis a hablar de asuntos extradeportivos, a mí me gusta el fútbol y soy feliz, supongo que como todos, cuando alrededor de nuestro Club sólo se habla de alineaciones, futbolistas, tácticas y rivales. La excepción hace la regla y lamentablemente hoy es uno de esos días en los que no debemos pasar por alto un nuevo atropello hacia nuestro corazón y nuestro sentimiento, el atropello a uno de nosotros.
El Supremo desestima el recurso presentado por Manuel Lafuente y el resto de consejeros del Real Oviedo que estuvo a su lado y les obliga a hacerse cargo de las deudas del Club con ex futbolistas que ni siquiera merece la pena mencionar, al negarse estos en su día a aceptar el aval solidario para evitar el descenso azul a Tercera División. En total, Lafuente y los demás deberán pagar más de un millón de euros, añadiendo los intereses que se hayan podido generar desde 2003.
Una patada más al sentido común, una muestra de cómo funciona la Justicia en este país; una Justicia que condena a Manuel Lafuente por evitar la desaparición del Real Oviedo, pero que permite campar a sus anchas a un personaje como Alberto González, endeudado con Hacienda y Seguridad Social, con acciones pignoradas por el Banco Pastor por valor de un millón de euros, con embargos y subastas sobre sus posesiones. Ejemplos hay muchos más, estamos hartos de leer en prensa casos de corrupción en políticos y empresarios, también de ver a dirigentes hundir a clubes deportivos con total impunidad. Pero al final el castigado es el que no especuló, el que no se enriqueció a costa de nadie, el que perdió dinero y arriesgó patrimonio para salvar al Club de su corazón y también a su afición.
Impunes quedan los que llevaron al Real Oviedo a un callejón sin salida mucho antes de que Lafuente se hiciese cargo, los que acumularon más de 6000 millones de pesetas de deuda no responden ante nada. Tampoco el 'auténtico dueño' de las acciones, un Celso González que según la misma Justicia Española tenía como testaferro al propio Manuel Lafuente durante esos años. ¿Cómo es posible que los auténticos culpables, los que se lucraron a costa de una pasión, se vayan de rositas?
Por eso no se puede pasar alto, la sentencia es una patada más a la afición, al Espíritu del 2003, a los oviedistas. Porque Manuel Lafuente lo es, es uno de los nuestros. Nunca podremos agradecerle lo suficiente lo que hizo por nosotros. Sin él, hoy no tendríamos Real Oviedo. Por eso te damos las gracias Presi.
Todos somos Manuel Lafuente.
El Supremo desestima el recurso presentado por Manuel Lafuente y el resto de consejeros del Real Oviedo que estuvo a su lado y les obliga a hacerse cargo de las deudas del Club con ex futbolistas que ni siquiera merece la pena mencionar, al negarse estos en su día a aceptar el aval solidario para evitar el descenso azul a Tercera División. En total, Lafuente y los demás deberán pagar más de un millón de euros, añadiendo los intereses que se hayan podido generar desde 2003.
Una patada más al sentido común, una muestra de cómo funciona la Justicia en este país; una Justicia que condena a Manuel Lafuente por evitar la desaparición del Real Oviedo, pero que permite campar a sus anchas a un personaje como Alberto González, endeudado con Hacienda y Seguridad Social, con acciones pignoradas por el Banco Pastor por valor de un millón de euros, con embargos y subastas sobre sus posesiones. Ejemplos hay muchos más, estamos hartos de leer en prensa casos de corrupción en políticos y empresarios, también de ver a dirigentes hundir a clubes deportivos con total impunidad. Pero al final el castigado es el que no especuló, el que no se enriqueció a costa de nadie, el que perdió dinero y arriesgó patrimonio para salvar al Club de su corazón y también a su afición.
Impunes quedan los que llevaron al Real Oviedo a un callejón sin salida mucho antes de que Lafuente se hiciese cargo, los que acumularon más de 6000 millones de pesetas de deuda no responden ante nada. Tampoco el 'auténtico dueño' de las acciones, un Celso González que según la misma Justicia Española tenía como testaferro al propio Manuel Lafuente durante esos años. ¿Cómo es posible que los auténticos culpables, los que se lucraron a costa de una pasión, se vayan de rositas?
Por eso no se puede pasar alto, la sentencia es una patada más a la afición, al Espíritu del 2003, a los oviedistas. Porque Manuel Lafuente lo es, es uno de los nuestros. Nunca podremos agradecerle lo suficiente lo que hizo por nosotros. Sin él, hoy no tendríamos Real Oviedo. Por eso te damos las gracias Presi.
Todos somos Manuel Lafuente.