Centenario, Magu Busto

Primer partido de la segunda vuelta, ganas de revancha por la derrota en Butarque, llegaba el Leganés al Tartiere con ganas de sorpresa. Son los madrileños un equipo calcado a lo que éramos nosotros la temporada pasada: buenos futbolistas, plantilla para pelear por cotas altas pero metido en la lucha del descenso, el colectivo no aparece. Eso les hace peligrosos, la calidad individual siempre está ahí, el día que menos lo esperas pueden soltarse como hicimos nosotros en Irún hace poco más de un año. Dijo Pacheta que los de Orué son el equipo que mejor juegan por dentro de toda la categoría.

Los nuestros tenían ganas de fútbol y de victoria, había uno con un estímulo especial. Cuando Manu Busto tiene esa motivación extra es imparable, un futbolista que lleva al bloque a otro nivel, es diferencial. Recuerda al mejor Dubovsky, cuando el cántabro tiene esas ganas sabes que algo va a pasar. Cumplía cien partidos como oviedista, cifra redonda que merecía una buena guinda. Tenía ganas de reivindicarse, los incomprensibles pitos de hace una semana en el Tartiere dolieron, por más que fuesen una minoría se hicieron notar y Manu tenía ganas de mostrar la excelencia.

Pacheta se hizo jefe del vestuario a través de él, lo primero que hizo cuando llegó fue demostrar que no había fijos dejando a Busto en el banco ante el Eibar y no llevándoselo a Tafalla. El mensaje era claro: sin trabajo entre semana no se juega, hay que correr como el que más, no hay intocables. Igual que en el reino animal, para demostrar mando y liderazgo vas a por el más grande y más fuerte para demostrar galones a la manada; con el correctivo al ‘10’ la plantilla entendió el mensaje de Pacheta. Cuando Manu cambió el chip el míster le premió, fue indiscutible en lo que quedaba de Liga y se hizo importante con goles aunque no encontrase el nivel del año anterior y no estuviese cómodo en el nuevo estilo.

Puso el listón demasiado alto en su primera temporada, la gente le exige en base a aquello pero debemos entender que ese nivel no fue normal, era sobrehumano, digno de Primera División y no de Segunda B. Un futbolista que hacía lo que quería cuando le daba la gana, que ganaba cada partido, que era infinitamente superior a todos, parecía por encima del bien y del mal. No recuerdo una superioridad tan aplastante en ningún futbolista azul que hayan visto mis ojos. No le importaba jugar entre líneas o partir desde la izquierda para acabar por dentro, marcaba las diferencias allí donde fuese. Entre él y Xavi Moré nos llevaron al playoff, llegaron fundidos y el Pontevedra se sabía la lección, ninguno fue resolutivo y el oviedismo se llevó el chasco en el Tartiere.

El curso pasado todo salió mal, nunca encontró su sitio ni el equipo tampoco. Fuera de forma, bailaba entre la izquierda y el centro sin asentarse en ningún sitio, si el colectivo no acompaña Manu Busto no carbura. Necesita de un bloque alrededor para ser la referencia, para sentirse cómodo, para poder volar. Con Pacheta tuvo que cambiar el chip, adaptarse a un fútbol que no es el suyo, un estilo en el que el balón no gira en torno a él y en el que no es protagonista en la creación. Ha aprendido a ser directo, a conducir menos, a recibir y buscar la apertura como primera opción, a seleccionar regates. No necesita golazos como los que le hizo al Sporting B para ser indiscutible.

Ayer era su día, está cómodo en Oviedo e implicado con el Club, quiere devolver el cariño a todos, tiene el ascenso entre ceja y ceja y sabe que éste va a ser el año. Dos goles y tres asistencias en la manita al Leganés, el pase a Nano para hacer el segundo de la tarde es el reflejo del cambio individual y colectivo. Máximo goleador del equipo, también máximo asistente porque no han sido pocos los goles a balón parado, todos los córners botados por el cántabro. Referencia en la estrategia como en los mejores tiempos, de tener más acierto desde la frontal estaríamos de nuevo en números escandalosos.

Necesitaba su partido, marcar la diferencia por encima del resto, sentirse capaz de todo. El equipo es un rodillo, pero si Manu Busto alcanza un nivel de excelencia parecido al que tuvo a final de la 09/10 será imparable póngase quien se ponga por delante. Pacheta lo sabe cuando dice que el pequeñín nos lleva a otra dimensión, no hay otra realidad; ni Castilla, ni Tenerife, ni Lugo ni Albacete tienen a un futbolista como el nuestro. No hay dependencia, es la mejor señal de cara al playoff. Pero si a este le da por ‘jugar’… cuidao eh.

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Foto: La Voz de Asturias.