Petr Dubovsky, requiem for a genius

El recuerdo en Ovieditis llega tarde, hace ya diez días del udécimo aniversario de su muerte, pero más vale tarde que nunca. Once años sin el genio eslovaco, sin duda alguna el jugador con más talento que mis ojos hayan visto con la camiseta azul. Ídolo de mi infancia, él y Paulo Bento eran mis referentes y los que más me hacen añorar tiempos mejores en los que Barça y Madrid caían en el Tartiere como si tal cosa.

Se hizo grande en el Slovan Bratislava, conquistó la Liga checoslovaca y se hizo un nombre, mejor jugador de su país con sólo 21 años para convertirse en una de las promesas del fútbol europeo a principios de los 90. Con esa vitola llegó al Madrid, donde no gozó de oportunidades por culpa del límite de extranjeros que aún regía en nuestra Liga antes de la llegada de la Ley Bosman. Competir con Zamorano, Laudrup y Redondo por un puesto en las alineaciones era misión imposible, Petr vivió a la sombra pero ese año le sirvió para adaptarse a la vida española y a la Liga, también para aprender al lado de los grandes.

Llegó a Oviedo sin hacer ruido, casi nunca lo hacía. Cinco temporadas de azul, el único capaz de sacar lo mejor y lo peor del público carbayón. Genio como pocos, esa misma calidad le unía a una intermitencia que en ocasiones irritaba al Tartiere. Jugador de sangre fría y técnica a raudales, no casaba con el estereotipo de ídolo oviedista pero siempre aparecía si su equipo le necesitaba. Cuando cogía la pelota en zona de tres cuartos y encaraba en carrera pocos podían pararle, dominaba la izquierda pero no le hacía ascos a la diestra, era resolutivo a balón parado e infalible desde los once metros.

Los recuerdos son vagos, no puedo más que relatar goles sueltos o jugadas que puedo degustar gracias a internet. Sí me acuerdo de los comentarios en la grada, de que en los partidos a vida o muerte siempre salía el nombre de Dubovsky, de que pensaba que si llevaba el '10' por algo sería. Guardo con cariño su autógrafo, lo vi en Salesas con Paulo Bento e Iván Iglesias, y mientras todos esperábamos a que mi hermana mayor llegase con el boli, ellos discutían sobre a quién le tocaba pagar el parking.

Se echó al equipo a la espalda en la eliminatoria de promoción ante Las Palmas, para enmarcar su partido en el Tartiere ante los canarios. Él ponía las gotas de fútbol, marcaba las diferencias con una suficiencia insultante cuando se lo proponía. Cuando de verdad se sentía importante asumía los galones, cogía la responsabilidad y ejercía de líder y salvador; se sentía cómodo en los partidos decisivos. Antes de dejarnos nos regaló el gol de la salvación ante el Rayo Vallecano en Vallecas, fue su último obsequio al oviedismo.

Tengo presente como si fuese ayer el día de su muerte. Excursión del instituto, último día del curso, recuerdo que fuimos a la montaña. Al llegar a casa todos me miraron con cara de circunstancia, fue mi tía la primera que me lo dijo. No me lo creí, pensé que se trataba de una broma de mal gusto pero entonces daban la noticia en Telecinco. Empecé a llorar y no paré hasta el día siguiente, no daba crédito. Lamentablemente el fútbol se está acostumbrando a la muerte de sus chicos pero Petr fue el primer caso que nos tocó cerca por entonces, ninguno supimos actuar.

Aún sigo esperando a que el Real Oviedo nombre a las puertas 10 y 11 del Carlos Tartiere como Petr Dubovsky y Armando Barbón, y que sendas camisetas adornen en el Estadio para hacer de ese rincón un lugar de peregrinación y recuerdo oviedista. La Federación Eslovaca ha puesto su nombre al trofeo al mejor jugador Sub-21 del país. Nosotros podríamos recuperar el trofeo veraniego bajo el nombre de Petr, emociona pensar una primera edición con el Slovan Bratislava y el Real Madrid. Nunca es tarde para el recuerdo.

Petr, allá dónde estés sabemos que estás con nosotros. Ayúdanos a volver dónde estábamos cuando tú te fuiste.

¡ETERNO DUBO!