Victoria doble sin paliativos la del Domingo. Se hizo bueno el punto sacado en Tafalla y se goleó a un buen equipo, un filial siempre es complicado y más si son los cachorros de Lezama. Lección en el partido de ida, el Bilbao Athletic llegó al Tartiere con siete puntos de ventaja sobre los azules y como uno de los equipos más rocosos del grupo: ninguna derrota por más de un gol, había puntuado en doce de sus trece últimos partidos.
No sorprendió Pacheta con el once, misma idea que ante Alavés y Peña Sport: doble ‘9’ con Miguel y Rubiato de inicio por la lesión de Perona, Manu Busto esperando oportunidad en el banquillo. Tuvo minutos el cántabro por la lesión del Culebra, durante la semana él mismo reconoció que su actitud no era del todo buena y que debía cambiar eso si quería entrar en los planes del entrenador. Volver siempre estuvo en su mano, el míster querrá recuperarle pero no a costa del grupo. Si trabaja como los demás la calidad diferencial será la que despeje dudas.
Costó entrar en el partido, el césped jugó en contra de unos y otros, el Bilbao Athletic se sabía la lección y presionó en zona media para evitar los envíos de Pascual y Aitor Sanz a la espalda de los laterales. No había profundidad, ninguno de los dos llegaba y si el partido se rompía sería por error puntual o en el balón parado. Sirvió Manu Busto, jugada ensayada con la entrada de Jorge Rodríguez desde atrás para prolongar; no salió pero allí estaba Víctor Díaz con el recurso de la puntera para poner el 1-0.
Xavi Moré siguió en la línea ascendente, también Nano. Los hombres de banda ahora juegan a favor de corriente, un fútbol que les permite encarar en 1vs1 y les regala espacios para correr sin balón. El 2-0 fue significativo, automatismo de Xavi y de Aitor Sanz, acción ensayada durante la semana en el Requexón. Rubiato no tuvo ocasiones, pudo ser héroe en Tafalla y fue peón ante los cachorros: juego de espaldas, apertura de espacios y presión a los centrales para evitar el juego directo vasco.
Con marcador a favor el Real Oviedo también es otro desde la llegada de Pacheta. Antes había ansiedad, miedo, se replegaban líneas y no se cerraban los partidos, el rival crecía a partir del temor azul. Ante los cachorros se repitió la misma historia que ante el Eibar, dos goles de margen antes del descanso y el mismo plan para la reanudación: cerrar con el tercero. Contra los de Mandiola se crearon ocasiones pero no se concretó, ante los de Lezama Manu Busto dio en la diana a la primera.
El problema nunca fue de plantilla sino de entrenador, Ovieditis siempre defendió la idea incluso cuando todo era insostenible. Ahora alguno se echa las manos a la cabeza y exige responsabilidades a la plantilla por no demostrar este compromiso desde el primer día pero nada más lejos de la realidad. En fútbol, como en cualquier trabajo, si el jefe no te llega, no te motiva, no te demuestra que su camino es el bueno para llegar al éxito, estás perdido. Si en la oficina tu superior tiene menos idea que tú, no sabe dirigir y además crea problemas con el personal, es imposible que vayas con ganas a trabajar. En la caseta pasa lo mismo; las limitaciones de Pichi Lucas todos las conocemos, José Manuel ni siquiera fue un entrenador.
En cuanto ha llegado alguien con sentido común, capaz de inculcar unas pocas ideas básicas y muy concretas y de gestionar bien el vestuario tratando a todos por igual y levantando la moral de un vestuario hundido, el equipo ha subido como la espuma. El Real Oviedo necesitaba un líder en el primer equipo. La plantilla tiene puntos flacos como todas las del grupo, quizá fuese para pelear por el primer puesto o quizá no, ahí entran en juego los detalles. Lo que sí es seguro es que entrar en playoff era obligado y viable.
Ganar a La Muela significa alejar el fantasma del descenso para pelear por entrar en Copa del Rey. La exigencia debe ir a mayores con el equipo, no hay otra manera de progresar. Dice Pacheta que el objetivo debe ser que la afición no quiera que se acabe la Liga, si las 38 jornadas se nos hacen cortas será buena señal. Vamos en el camino, ahora queda sumar de tres en tres a domicilio para recuperar el respeto de todos.
Foto: Álvaro Campo.
No sorprendió Pacheta con el once, misma idea que ante Alavés y Peña Sport: doble ‘9’ con Miguel y Rubiato de inicio por la lesión de Perona, Manu Busto esperando oportunidad en el banquillo. Tuvo minutos el cántabro por la lesión del Culebra, durante la semana él mismo reconoció que su actitud no era del todo buena y que debía cambiar eso si quería entrar en los planes del entrenador. Volver siempre estuvo en su mano, el míster querrá recuperarle pero no a costa del grupo. Si trabaja como los demás la calidad diferencial será la que despeje dudas.
Costó entrar en el partido, el césped jugó en contra de unos y otros, el Bilbao Athletic se sabía la lección y presionó en zona media para evitar los envíos de Pascual y Aitor Sanz a la espalda de los laterales. No había profundidad, ninguno de los dos llegaba y si el partido se rompía sería por error puntual o en el balón parado. Sirvió Manu Busto, jugada ensayada con la entrada de Jorge Rodríguez desde atrás para prolongar; no salió pero allí estaba Víctor Díaz con el recurso de la puntera para poner el 1-0.
Xavi Moré siguió en la línea ascendente, también Nano. Los hombres de banda ahora juegan a favor de corriente, un fútbol que les permite encarar en 1vs1 y les regala espacios para correr sin balón. El 2-0 fue significativo, automatismo de Xavi y de Aitor Sanz, acción ensayada durante la semana en el Requexón. Rubiato no tuvo ocasiones, pudo ser héroe en Tafalla y fue peón ante los cachorros: juego de espaldas, apertura de espacios y presión a los centrales para evitar el juego directo vasco.
Con marcador a favor el Real Oviedo también es otro desde la llegada de Pacheta. Antes había ansiedad, miedo, se replegaban líneas y no se cerraban los partidos, el rival crecía a partir del temor azul. Ante los cachorros se repitió la misma historia que ante el Eibar, dos goles de margen antes del descanso y el mismo plan para la reanudación: cerrar con el tercero. Contra los de Mandiola se crearon ocasiones pero no se concretó, ante los de Lezama Manu Busto dio en la diana a la primera.
El problema nunca fue de plantilla sino de entrenador, Ovieditis siempre defendió la idea incluso cuando todo era insostenible. Ahora alguno se echa las manos a la cabeza y exige responsabilidades a la plantilla por no demostrar este compromiso desde el primer día pero nada más lejos de la realidad. En fútbol, como en cualquier trabajo, si el jefe no te llega, no te motiva, no te demuestra que su camino es el bueno para llegar al éxito, estás perdido. Si en la oficina tu superior tiene menos idea que tú, no sabe dirigir y además crea problemas con el personal, es imposible que vayas con ganas a trabajar. En la caseta pasa lo mismo; las limitaciones de Pichi Lucas todos las conocemos, José Manuel ni siquiera fue un entrenador.
En cuanto ha llegado alguien con sentido común, capaz de inculcar unas pocas ideas básicas y muy concretas y de gestionar bien el vestuario tratando a todos por igual y levantando la moral de un vestuario hundido, el equipo ha subido como la espuma. El Real Oviedo necesitaba un líder en el primer equipo. La plantilla tiene puntos flacos como todas las del grupo, quizá fuese para pelear por el primer puesto o quizá no, ahí entran en juego los detalles. Lo que sí es seguro es que entrar en playoff era obligado y viable.
Ganar a La Muela significa alejar el fantasma del descenso para pelear por entrar en Copa del Rey. La exigencia debe ir a mayores con el equipo, no hay otra manera de progresar. Dice Pacheta que el objetivo debe ser que la afición no quiera que se acabe la Liga, si las 38 jornadas se nos hacen cortas será buena señal. Vamos en el camino, ahora queda sumar de tres en tres a domicilio para recuperar el respeto de todos.
Foto: Álvaro Campo.