PAULO BENTO, o capitão

El presente es angustioso, el futuro más que incierto; tan sólo echar la vista atrás esboza una sonrisa en nuestros corazones azules y es que el darse cuenta de lo grandes que fuimos no hace mucho es lo único que nos da fuerzas para seguir peleando por volver al lugar que nunca debimos abandonar. Máster en supervivencia, uno no se hace grande celebrando éxitos si no superando adversidades, cuando regresemos nosotros seremos gigantes.

Hace dos semanas volvió la melancolía, se enfrentaron Real Oviedo y Sporting de veteranos en partido de la Liga Indoor. Oportunidad de ver a antiguas figuras vestidas de corto, ídolos como Viti, Mora, César, Jankovic, Jerkan o Iván Ania, pero uno por encima de todos ellos: Paulo Bento. Él representa mejor que nadie lo que fue el Real Oviedo en los 90, exponente de grandes figuras azules en la década como Jokanovic o el malogrado Dubovsky, nadie se involucró tanto con el Club y la ciudad como hizo el portugués.

Paulo Bento era jerarquía y autoridad, mandaba y ordenaba desde el mediocentro dejando ver que su futuro estaba en los banquillos. No extrañó verle rescatar de la mediocridad al Sporting Clube ni extraña que se le confíe el puesto de seleccionador portugués a pesar de su juventud. Jugaba en el doble pivote, Viktor Onopko era su pareja de baile hasta que el ruso retrasó su posición al centro de la defensa y Albert Nadj irrumpió como compañero de Paulo en la 98/99 con Fernando Vázquez al mando. Los dos primeros formaron una sociedad para el recuerdo: uno era el capitán de la gran Rusia de los Karpin o Mostovoi, el otro el respeto de toda Portugal.

Juntos en el 4-2-3-1 de Juanma Lillo, aquel Real Oviedo llegó a tocar la pelota como los ángeles aunque los resultados no acompañaron. Paulo Bento representaba el orgullo, el valor y la garra; calidad defensiva e intensidad en la recuperación. Era intenso en la marca, atento y listo en la cobertura, jugaba fácil, robaba y soltaba, por delante tenía a un genio llamado Petr Dubovsky para poner las gotas de fantasía. Buen manejo con pierna derecha, destacaba por encima de todos en la ausencia de errores, nunca podías señalar al portugués por un fallo que comprometiese el partido.

Se hizo dueño del Tartiere, recogió el brazalete de capitán, era el emblema azul. Calidad internacional, compromiso de canterano. Entrenaba como un chaval del filial, siempre dio todo por la camiseta y el escudo. Rechazó ofertas sustancialmente mejores en lo deportivo y en lo económico por seguir en Oviedo y en el Real Oviedo, estaba cómodo aquí y se sentía referente. En verano de 2000 volvió a Portugal, la Eurocopa le coronó como uno de los mejores mediocentros del viejo continente. Nuestro Consejo fue incapaz de hacerle una oferta medianamente decente al Capitán a pesar del deseo del jugador de quedarse más tiempo entre nosotros. También Dely Valdés y Pompei fueron invitados a irse, Petr nos dejó injusta y prematuramente una calurosa tarde de Junio y el castillo de naipes se derrumbó, nada volvió a ser lo mismo en la familia azul.

El otro día los sentimientos volvieron a aflorar en el pabellón de La Guía, ver al seleccionador portugués dejarse la piel por nuestro escudo, pelear cada balón y dejar claro en cada pugna con el rival que el orgullo, el valor y la garra van con la camiseta. No se olvida de nosotros y nosotros nunca nos olvidaremos de él. Nuestros caminos volverán a cruzarse, nos hará grandes desde el banquillo como nos hizo desde el mediocampo del Tartiere. Es un sueño, pero sin esperanzas y recuerdos como el de Paulo algunos seríamos incapaces de seguir luchando por lo que queremos.

Quiero darle las gracias a Marcos López 'Aco' por las referencias a la hora de escribir el artículo. Yo era un niño, Paulo Bento mi ídolo, sólo tenía referencias puntuales del futbolista y el gran recuerdo de su figura.