Cerrar partidos, asignatura pendiente

El oviedismo se ha abonado al sufrimiento desde hace mucho tiempo, parece que haya que conseguir las cosas con el corazón en un puño hasta el final. La resurreción azul también se engancha a la heroicidad. Lejos de ser un camino de rosas, la racha carbayona deja muchos goles en el descuento, aficionados al borde de un ataque cardiaco y éxtasis. Caminar sobre el filo de la navaja puede traer consecuencias, llegará el día en que a pesar de buscarlo no veremos puerta y vendrán las lamentaciones.

No todo es suerte, se habla de la flor de Pichi Lucas pero la fortuna hay que buscarla. Ahora mismo el Real Oviedo es un equipo con una fe inusitada en sí mismo y en su calidad, todos confían en el compañero y ése es un gran paso para convertirse en ganador. El problema viene en que por momentos la fe parece excesiva, no siempre solucionaremos la papeleta al final, ya tenemos la experiencia de perder puntos en el descuento por no saber cerrar los partidos.

Este Real Oviedo tiene dos versiones, Mr.Jeckyl y Mr.Hyde. Cuando en el marcador figuran tablas o resultado adverso, vemos a un equipo que presiona la salida construcción contraria, que quiere el balón, que busca la portería rival cada momento; maneja los tiempos, juega al ritmo que quiere y se siente cómodo, tampoco pasa apuros en defensa. En el instante en que los azules se ponen por delante, se cambia el chip automáticamente: repliegue, ausencia de presión, descenso en la posesión. Se renuncia al balón, se juega ‘a verlas venir’ y esperar ver qué hace el adversario.

La plantilla que tiene Pichi Lucas no está diseñada para defender un resultado de esta manera, no como lo haría una squadra italiana o una entrenada por Javier Clemente. Para los azules es la pelota la que lo ordena todo, sigue la filosofía Guardiola; a fin de cuentas, el balón es el principal protagonista de este deporte llamado fútbol, sin él no habría nada. El equipo debe aprender a defender aumentando los índices de posesión: si el cuero lo tenemos nosotros no lo tiene el rival, y si ellos no lo tienen no pueden hacernos gol. Son premisas simples, es la herencia de Johan Cruyff, él hizo del fútbol un juego de niños.

Tenemos una plantilla llena de jugadores técnicos, calidad exquisita, proyección ofensiva … si queremos jugar a otra cosa llega el sufrimiento porque no sabemos. El fallo es mental, en el último partido Pichi Lucas se desgañitaba desde la zona técnica pidiendo a sus hombres que adelantasen las líneas, que tocasen. El entrenador debe buscar la solución en el vestuario y no sobre el césped porque no es un problema futbolístico, los chicos saben hacer lo que se les pide, pero el caso es que automáticamente cambian el chip cuando se ponen por delante sin saber el por qué.



Posesiones largas, transiciones lentas, bajar revoluciones y conseguir que el rival se desgaste persiguiendo el balón para desactivarles mentalmente. Es la mejor defensa azul que se puede tener, otra cosa es renunciar a la esencia. Puede ser el momento de meter un tercer centrocampista, juntar a Pelayo, Rubén y Curro, sacrificar la banda izquierda en ataque para ganar superioridad, garantizar la posesión de la pelota y matar el partido cuando el rival baje la guardia. Pichi Lucas debe buscar más variantes que la del cambio de jugador por jugador, si algo no funciona has de probar algo distinto a lo que vienes haciendo habitualmente.

Es un mal endémico que se ha repetido en cada una de las seis últimas victorias si exceptuamos la de Santander, donde el marcador no fue abultado pero en ningún momento se temió por el resultado. Llegará el día en que la suerte nos sea esquiva si jugamos con ella, perder dos puntos tontamente en plena persecución sería el fin. La guerra con el Alcorcón es más psicológica que futbolística; hacerles ver que no aflojamos en la lucha les mete presión, es entonces cuando llega el miedo al error y el traspié. Ganar en Tenerife es clave, ponernos a dos puntos provisionalmente será una losa para ellos ante el filial atlético.

Fotos: Álvaro Campo.