Final de infarto, otra vez la suerte de cara, se acostumbra el oviedismo a la épica pero la fortuna no siempre acompañará a los azules. En la derrota es fácil buscar culpables, los análisis de verdad se hacen en la victoria, es ahora cuando toca hacer autocrítica para poner los pies en la tierra y para estudiar por qué el Real Oviedo llega a estos límites de sufrimiento.
Cierto es que la suerte se busca y que éste Real Oviedo tiene una fe inusitada en sus posibilidades. Así ganó el Madrid de Capello una Liga remontándole al Barça de Rijkaard, no lo olvidemos. Si el fútbol es un estado de ánimo nosotros estamos en lo más alto aun con nuestros defectos. Un poco de fortuna y un poco de fe, todo suma.
Marco inigualabe, 17.274 espectadores en el Carlos Tartiere para seguir demostrando al mundo entero que la afición azul es simplemente colosal. Ambiente de Primera División, tensión propia de la máxima categoría. Dije en la previa que el ansia de ganar, convencer y vengar el resultado de la ida iba a pesar a los hombres de Pichi Lucas, y así fue. Demasiado miedo al error, demasiado respeto a encajar, vimos a un Oviedo poco atrevido y timorato que no conseguía construir el juego con fluidez. Situación idéntica a un partido de playoff, sentimiento de que no merece la pena arriesgar buscando el 1-0 porque en cualquier descuido puede llegar el 0-1. Que sirva de lección por si nos toca jugar una eliminatoria de ascenso sin el factor campo a favor.
Buen planteamiento defensivo del Sporting, superioridad numérica en el centro del campo, con Cases en la mediapunta para tapar línea de pase y Portilla y Landeira obligando a los dos medioscentros azules a recibir siempre de espalda sin posibilidad de girarse. No estuvieron cómodos ni Rubén García ni Pelayo-gran partido del chaval-, nunca pudieron conectar con la segunda línea. Los rojiblancos obligaban a que la salida azul fuese directa o por bandas. Tenía Vidales bien estudiado al conjunto carbayón, las ayudas de Carlinos y de un hombre del centro del campo cuando Xavi Moré recibía eran constantes, situaciones de 2vs1 o incluso de 3vs1 con el catalán para cortar el puñal oviedista por banda derecha.
Los de Pichi Lucas se empeñaron en buscarle cuando lo ideal hubiese sido que Xavi ‘desapareciese’ del partido; cargar todo el juego en la izquierda con el dribbling de Jandro y la proyección ofensiva de Barral, descolgar a ese costado a Manu Busto para después cambiar la orientación y forzar situaciones de 1vs1 de Moré sin posibilidad de que las ayudas rojiblancas llegasen a tiempo. Sólo una vez el extremo azul buscó la espalda de su par y la jugada casi acaba en gol. El único peligro azul llevaba el nombre de Manu Busto, suyas fueron las ocasiones de la primera parte, sobre todo tras robo en la salida sportinguista para atacar con espacios. Ya en estos primeros 45 minutos dejó ver el cántabro que éste era su partido, que algo especial tenía reservado tras ceder el protagonismo a otros en choques anteriores.
En la reanudación salió más decidido el Oviedo, sabían los jugadores que la oportunidad de acercarse al líder Alcorcón era única y no la podían dejar pasar. Fue Manu Busto, quién si no, el que abrió la lata. Galopada de Jandro desde campo propio, el ‘7’ se fue de todos aquellos que salieron a su paso; incursión por el centro, el cántabro se cae a la banda izquierda para dejar vía libre; recibe, su jugada favorita, encarar por dentro buscando el remate a portería con pierna buena. El gol es antológico, de haberse producido en otra categoría daría la vuelta al país por todas las televisiones.
Y fue entonces, con 1-0, con una afición entregada y con un rival descolocado por el cambio de sistema, cuando los azules entregaron la manija. Mismos males del último mes y medio: los de Pichi Lucas ceden la iniciativa, se olvidan de defender con balón, entregan el cuero, retrasan líneas y juegan a verlas venir, a ver qué hace el contrario. Otros equipos saben jugar a eso, su fiabilidad defensiva se lo permite, pero nosotros no. La tuvo Carlinos, también el chaval juvenil que entró al descanso. El empate se veía venir y llegó como casi siempre, a balón parado: de nuevo en un córner al primer palo encaja el Real Oviedo. Jony López se adelantó a Jorge Rodríguez y Aulestia no estuvo bien en la salida, de nuevo a nadar contracorriente con sólo diez minutos por delante.
Pichi Lucas había errado en los cambios, no cambió la inercia del partido sino que desconcertó a los suyos. Meter a Manu Busto en la izquierda es condenarle al olvido en ataque, tampoco tiene el fuelle físico que tiene Rayco para las ayudas defensivas si lo que quieres es mantener el resultado. Sustituir a Pelayo tampoco tuvo lógica, y menos por un Mario Prieto que ya no está para jugar a nivel de Segunda B, o al menos no en un equipo de zona alta. Ya con el empate entró Miguel, aquí sí acertó el mister porque el ‘9’ es un recurso en el juego aéreo, una referencia en el fútbol directo. Si está enchufado, el ‘culebra’ será de ayuda como lo fue hoy: peinó tres balones, dejó bien otros dos de cara y forzó la falta decisiva en el 95’.
Distancia ideal: a tres metros del borde del área la barrera es superable, a la pelota le da tiempo a bajar buscando portería después de pasar por encima de los rivales. Perfil zurdo, ideal para un diestro. En ausencia de Curro la falta tenía un nombre propio, todos lo sabemos. Golpeo perfecto, de crack, envolviendo a la bola, rosca justa … en cuanto salió el balón de su pie se sabía que acababa dentro salvo aparición milagrosa de Dani Laviana. No fue así, 2-1; el Real Oviedo suma otros tres puntos en el descuento que le permiten acercase un poco más al liderato, el Alcorcón ya siente la presión.
Que los cantos de sirena y las alabanzas no nos impidan ver los errores, el mal del Oviedo es crónico y necesita solución porque llegará el día en que calidad individual y fortuna no vayan de la mano. Debe trabajar mucho Pichi sobre el césped del Requexón pero también en la caseta, no es un fallo puramente futbolístico sino también mental, que mucho ojo, no se debe confundir con falta de actitud. El objetivo está más cerca, la inercia es positiva, el líder siente nuestro aliento en el cogote, pero cuidado, quien juega con fuego termina quemándose.
Foto: Álvaro Campo y RealOviedo.es
Cierto es que la suerte se busca y que éste Real Oviedo tiene una fe inusitada en sus posibilidades. Así ganó el Madrid de Capello una Liga remontándole al Barça de Rijkaard, no lo olvidemos. Si el fútbol es un estado de ánimo nosotros estamos en lo más alto aun con nuestros defectos. Un poco de fortuna y un poco de fe, todo suma.
Marco inigualabe, 17.274 espectadores en el Carlos Tartiere para seguir demostrando al mundo entero que la afición azul es simplemente colosal. Ambiente de Primera División, tensión propia de la máxima categoría. Dije en la previa que el ansia de ganar, convencer y vengar el resultado de la ida iba a pesar a los hombres de Pichi Lucas, y así fue. Demasiado miedo al error, demasiado respeto a encajar, vimos a un Oviedo poco atrevido y timorato que no conseguía construir el juego con fluidez. Situación idéntica a un partido de playoff, sentimiento de que no merece la pena arriesgar buscando el 1-0 porque en cualquier descuido puede llegar el 0-1. Que sirva de lección por si nos toca jugar una eliminatoria de ascenso sin el factor campo a favor.
Buen planteamiento defensivo del Sporting, superioridad numérica en el centro del campo, con Cases en la mediapunta para tapar línea de pase y Portilla y Landeira obligando a los dos medioscentros azules a recibir siempre de espalda sin posibilidad de girarse. No estuvieron cómodos ni Rubén García ni Pelayo-gran partido del chaval-, nunca pudieron conectar con la segunda línea. Los rojiblancos obligaban a que la salida azul fuese directa o por bandas. Tenía Vidales bien estudiado al conjunto carbayón, las ayudas de Carlinos y de un hombre del centro del campo cuando Xavi Moré recibía eran constantes, situaciones de 2vs1 o incluso de 3vs1 con el catalán para cortar el puñal oviedista por banda derecha.
Los de Pichi Lucas se empeñaron en buscarle cuando lo ideal hubiese sido que Xavi ‘desapareciese’ del partido; cargar todo el juego en la izquierda con el dribbling de Jandro y la proyección ofensiva de Barral, descolgar a ese costado a Manu Busto para después cambiar la orientación y forzar situaciones de 1vs1 de Moré sin posibilidad de que las ayudas rojiblancas llegasen a tiempo. Sólo una vez el extremo azul buscó la espalda de su par y la jugada casi acaba en gol. El único peligro azul llevaba el nombre de Manu Busto, suyas fueron las ocasiones de la primera parte, sobre todo tras robo en la salida sportinguista para atacar con espacios. Ya en estos primeros 45 minutos dejó ver el cántabro que éste era su partido, que algo especial tenía reservado tras ceder el protagonismo a otros en choques anteriores.
En la reanudación salió más decidido el Oviedo, sabían los jugadores que la oportunidad de acercarse al líder Alcorcón era única y no la podían dejar pasar. Fue Manu Busto, quién si no, el que abrió la lata. Galopada de Jandro desde campo propio, el ‘7’ se fue de todos aquellos que salieron a su paso; incursión por el centro, el cántabro se cae a la banda izquierda para dejar vía libre; recibe, su jugada favorita, encarar por dentro buscando el remate a portería con pierna buena. El gol es antológico, de haberse producido en otra categoría daría la vuelta al país por todas las televisiones.
Y fue entonces, con 1-0, con una afición entregada y con un rival descolocado por el cambio de sistema, cuando los azules entregaron la manija. Mismos males del último mes y medio: los de Pichi Lucas ceden la iniciativa, se olvidan de defender con balón, entregan el cuero, retrasan líneas y juegan a verlas venir, a ver qué hace el contrario. Otros equipos saben jugar a eso, su fiabilidad defensiva se lo permite, pero nosotros no. La tuvo Carlinos, también el chaval juvenil que entró al descanso. El empate se veía venir y llegó como casi siempre, a balón parado: de nuevo en un córner al primer palo encaja el Real Oviedo. Jony López se adelantó a Jorge Rodríguez y Aulestia no estuvo bien en la salida, de nuevo a nadar contracorriente con sólo diez minutos por delante.
Pichi Lucas había errado en los cambios, no cambió la inercia del partido sino que desconcertó a los suyos. Meter a Manu Busto en la izquierda es condenarle al olvido en ataque, tampoco tiene el fuelle físico que tiene Rayco para las ayudas defensivas si lo que quieres es mantener el resultado. Sustituir a Pelayo tampoco tuvo lógica, y menos por un Mario Prieto que ya no está para jugar a nivel de Segunda B, o al menos no en un equipo de zona alta. Ya con el empate entró Miguel, aquí sí acertó el mister porque el ‘9’ es un recurso en el juego aéreo, una referencia en el fútbol directo. Si está enchufado, el ‘culebra’ será de ayuda como lo fue hoy: peinó tres balones, dejó bien otros dos de cara y forzó la falta decisiva en el 95’.
Distancia ideal: a tres metros del borde del área la barrera es superable, a la pelota le da tiempo a bajar buscando portería después de pasar por encima de los rivales. Perfil zurdo, ideal para un diestro. En ausencia de Curro la falta tenía un nombre propio, todos lo sabemos. Golpeo perfecto, de crack, envolviendo a la bola, rosca justa … en cuanto salió el balón de su pie se sabía que acababa dentro salvo aparición milagrosa de Dani Laviana. No fue así, 2-1; el Real Oviedo suma otros tres puntos en el descuento que le permiten acercase un poco más al liderato, el Alcorcón ya siente la presión.
Que los cantos de sirena y las alabanzas no nos impidan ver los errores, el mal del Oviedo es crónico y necesita solución porque llegará el día en que calidad individual y fortuna no vayan de la mano. Debe trabajar mucho Pichi sobre el césped del Requexón pero también en la caseta, no es un fallo puramente futbolístico sino también mental, que mucho ojo, no se debe confundir con falta de actitud. El objetivo está más cerca, la inercia es positiva, el líder siente nuestro aliento en el cogote, pero cuidado, quien juega con fuego termina quemándose.
Foto: Álvaro Campo y RealOviedo.es