La del 27 de Mayo de 2001 fue la última tarde gloriosa del Real Oviedo en Primera División hasta el momento; habrá más, muchas más, como esa, y mejores. Visitaban los azules el Camp Nou en situación crítica, solamente un punto por encima del descenso, con el Barça jugándose su presencia en la siguiente Champions League y con un paupérrimo bagaje como visitante: una victoria en diecisiete partidos.
Ganar era una obligación: en las dos últimas jornadas los carbayones se enfrentaban al ya campeón Madrid y al Mallorca, que se jugaba por entonces la segunda plaza con el Deportivo. Todo ello, unido a la coincidencia de los enfrentamientos entre Athletic, Real Sociedad y Osasuna en los últimos partidos obligaban al Real Oviedo a ganar y no esperar otros resultados porque todos ellos irían en contra de sus intereses, como más tarde se demostró.
La temporada fue de más a menos siguiendo la tónica habitual de campañas predecesoras. Una primera vuelta casi perfecta en el Nuevo Carlos Tartiere que nos hacía soñar con Europa a pesar de no hacer ni un gol a domicilio hasta la jornada 23 (derrota en La Romareda por 5-2). Después llegó el fichaje de Stan Collymore, aquél que vino por petición expresa de Radomir Antic para darnos el “salto de calidad que nos lleve a la UEFA”, una de las mejores inversiones del Club en su historia según el serbio. Todos sabemos cómo acabó, no hace falta decir nada más. El equipo pasaba de Dr.Jekill a Mr.Hyde en función de dónde jugase, y estaba claro que aguantar el ritmo que se llevaba en el Tartiere era misión casi imposible porque eran números de campeón. No se supo dar un paso adelante a domicilio así que el sufrimiento estaba garantizado.
El Oviedo tuvo semanas de muy buen juego, sobre todo en las primeras fechas, los rivales temían visitar el Tartiere y muchos salían escaldados como el Athletic (5-0). Pero el equipo no tenía termino medio: o maravillaba o sufría lagunas escandalosas. Los azules hacían aguas en defensa con gente como Keita, Danjou, Martinovic o Rabaribony … solamente Gaspar y en ocasiones Boris se salvaban de la quema general. De mediocampo hacia adelante había buenos pero escasos jugadores; Onopko, Iván Ania, Paunovic, Tomic o Jaime apenas tenían recambios, por no hablar de Oli en la delantera. En verano no se hicieron los deberes siguiendo la misma tónica de temporadas anteriores, se dejó ir a jugadores como Paulo Bento, Pompei o Dely Valdés para traer a otros de nivel notablemente inferior. Esas bajas, unidas al fallecimiento de Petr Dubovsky, fueron una losa para el Real Oviedo.
Como decía, se llegó a esa jornada 36 en el Camp Nou con el agua al cuello. Afortunadamente, la presión por la victoria era aún mayor para los blaugranas, que se jugaban su futuro en la Champions tras una temporada tormentosa. El ansia por ganar pudo con los de Charly Rexach desde el primer momento, ya que apenas llevaron peligro a la meta azul salvo en apariciones aisladas de Marc Overmars por banda izquierda que hicieron sufrir a Gaspar o con disparos desde fuera del área, todas ellas desbaratadas por un magnífico Esteban, que se encontraba en el mejor momento de su carrera. Nadie en los locales daba la cara salvo un joven Carles Puyol, el citado Overmars, el holandés Kluivert y el ex – esportinguista Luis Enrique, como siempre que se enfrentaba al equipo de Asturias. En nuestro bando, incomensurable el partido de Onopko y Jaime en el centro del campo, maniatando a un Rivaldo que ni aparició y a un Guardiola que incluso fue despedido con pitos cuando abandonó el terreno de juego. Hay que ver cómo son las cosas.
El Oviedo supo esperar su momento, dejar que pasasen los minutos para que el nerviosismo se instaurase en la parroquia culé y se prolongase hacia los jugadores. Una contra al poco de dar comienzo la segunda parte dio origen al gol del partido, obra de Jaime tras disparo cruzado. Fue entonces cuando los de Antic pudieron sentenciar: Veljko Paunovic y Oli tuvieron claras oportunidades para haber finiquitado el partido pero la mala puntería y Dutruel lo impidieron. El equipo no sufrió en exceso para amarrar la victoria en esta segunda parte, con un Barça incapaz de llevar peligro a la meta de Esteban y que encima se quedó con uno menos por expulsión de Luis Enrique al darle una patada sin balón a Viktor Onopko; frustración, impotencia y rabia de perder ante el eterno rival. Los minutos pasaban, la defensa se mostraba inexpugnable por arriba y por abajo como no lo había hecho en todo el año; desde el banquillo comenzó el carrusel de cambios para frenar el ritmo del choque; en el campo se hizo lo propio provocando tarjetas y perdiendo tiempo para restarle segundos al reloj.
Se había logrado la proeza, ganar en el Camp Nou cuando menos se esperaba y más se necesitaba. La salvación estaba a tiro, bastaba con vencer a un Madrid que no se jugaba nada en el Tartiere para continuar un año más en Primera División. Maldito sea Losantos Omar y el balón de Jaime que no quiso entrar en la portería de César.
Hay un superviviente en la actual plantilla que vivió aquella proeza en primera persona. Salió como titular al Estadi y tuvo una buena actuación. Él marcó nuestro último gol en Primera División hasta la fecha y él más que nadie debe sacar el orgullo para poder abandonar la Segunda B. Volveremos a ganar en el Camp Nou.
Ganar era una obligación: en las dos últimas jornadas los carbayones se enfrentaban al ya campeón Madrid y al Mallorca, que se jugaba por entonces la segunda plaza con el Deportivo. Todo ello, unido a la coincidencia de los enfrentamientos entre Athletic, Real Sociedad y Osasuna en los últimos partidos obligaban al Real Oviedo a ganar y no esperar otros resultados porque todos ellos irían en contra de sus intereses, como más tarde se demostró.
La temporada fue de más a menos siguiendo la tónica habitual de campañas predecesoras. Una primera vuelta casi perfecta en el Nuevo Carlos Tartiere que nos hacía soñar con Europa a pesar de no hacer ni un gol a domicilio hasta la jornada 23 (derrota en La Romareda por 5-2). Después llegó el fichaje de Stan Collymore, aquél que vino por petición expresa de Radomir Antic para darnos el “salto de calidad que nos lleve a la UEFA”, una de las mejores inversiones del Club en su historia según el serbio. Todos sabemos cómo acabó, no hace falta decir nada más. El equipo pasaba de Dr.Jekill a Mr.Hyde en función de dónde jugase, y estaba claro que aguantar el ritmo que se llevaba en el Tartiere era misión casi imposible porque eran números de campeón. No se supo dar un paso adelante a domicilio así que el sufrimiento estaba garantizado.
El Oviedo tuvo semanas de muy buen juego, sobre todo en las primeras fechas, los rivales temían visitar el Tartiere y muchos salían escaldados como el Athletic (5-0). Pero el equipo no tenía termino medio: o maravillaba o sufría lagunas escandalosas. Los azules hacían aguas en defensa con gente como Keita, Danjou, Martinovic o Rabaribony … solamente Gaspar y en ocasiones Boris se salvaban de la quema general. De mediocampo hacia adelante había buenos pero escasos jugadores; Onopko, Iván Ania, Paunovic, Tomic o Jaime apenas tenían recambios, por no hablar de Oli en la delantera. En verano no se hicieron los deberes siguiendo la misma tónica de temporadas anteriores, se dejó ir a jugadores como Paulo Bento, Pompei o Dely Valdés para traer a otros de nivel notablemente inferior. Esas bajas, unidas al fallecimiento de Petr Dubovsky, fueron una losa para el Real Oviedo.
Como decía, se llegó a esa jornada 36 en el Camp Nou con el agua al cuello. Afortunadamente, la presión por la victoria era aún mayor para los blaugranas, que se jugaban su futuro en la Champions tras una temporada tormentosa. El ansia por ganar pudo con los de Charly Rexach desde el primer momento, ya que apenas llevaron peligro a la meta azul salvo en apariciones aisladas de Marc Overmars por banda izquierda que hicieron sufrir a Gaspar o con disparos desde fuera del área, todas ellas desbaratadas por un magnífico Esteban, que se encontraba en el mejor momento de su carrera. Nadie en los locales daba la cara salvo un joven Carles Puyol, el citado Overmars, el holandés Kluivert y el ex – esportinguista Luis Enrique, como siempre que se enfrentaba al equipo de Asturias. En nuestro bando, incomensurable el partido de Onopko y Jaime en el centro del campo, maniatando a un Rivaldo que ni aparició y a un Guardiola que incluso fue despedido con pitos cuando abandonó el terreno de juego. Hay que ver cómo son las cosas.
El Oviedo supo esperar su momento, dejar que pasasen los minutos para que el nerviosismo se instaurase en la parroquia culé y se prolongase hacia los jugadores. Una contra al poco de dar comienzo la segunda parte dio origen al gol del partido, obra de Jaime tras disparo cruzado. Fue entonces cuando los de Antic pudieron sentenciar: Veljko Paunovic y Oli tuvieron claras oportunidades para haber finiquitado el partido pero la mala puntería y Dutruel lo impidieron. El equipo no sufrió en exceso para amarrar la victoria en esta segunda parte, con un Barça incapaz de llevar peligro a la meta de Esteban y que encima se quedó con uno menos por expulsión de Luis Enrique al darle una patada sin balón a Viktor Onopko; frustración, impotencia y rabia de perder ante el eterno rival. Los minutos pasaban, la defensa se mostraba inexpugnable por arriba y por abajo como no lo había hecho en todo el año; desde el banquillo comenzó el carrusel de cambios para frenar el ritmo del choque; en el campo se hizo lo propio provocando tarjetas y perdiendo tiempo para restarle segundos al reloj.
Se había logrado la proeza, ganar en el Camp Nou cuando menos se esperaba y más se necesitaba. La salvación estaba a tiro, bastaba con vencer a un Madrid que no se jugaba nada en el Tartiere para continuar un año más en Primera División. Maldito sea Losantos Omar y el balón de Jaime que no quiso entrar en la portería de César.
Hay un superviviente en la actual plantilla que vivió aquella proeza en primera persona. Salió como titular al Estadi y tuvo una buena actuación. Él marcó nuestro último gol en Primera División hasta la fecha y él más que nadie debe sacar el orgullo para poder abandonar la Segunda B. Volveremos a ganar en el Camp Nou.