Real Oviedo - Tenerife 'B': Dr.Jeckill y Mr.Hyde

En apenas cinco entrenamientos no se pueden hacer milagros ni cambiar la cara del equipo. La prioridad hoy era sumar los tres puntos y no perder el vagón de cabeza, así que objetivo cumplido a pesar del sufrimiento y los agobios finales. Es comprensible pero no real el enfado de Pichi Lucas con el juego porque él es el primero que sabe que hay cosas que no se pueden exigir en el primer partido. Otra cosa es el cabreo con las lagunas de concentración y los riesgos innecesarios en zona defensiva que cuestan sustos, como los gambeteos de Curro cerca del área en el minuto 87. Las declaraciones post-partido van encaminadas a picar a los jugadores, evitar la relajación y aumentar la competitividad de la plantilla.

En la mañana de hoy hemos visto dos Real Oviedo completamente distintos. En la primera parte, un equipo que presionaba como un bloque, que agobiaba la posesión del rival, que monopolizaba la pelota y dominaba el juego. En la segunda, mismos males de partidos anteriores: desconexión mental, descoordinación táctica y esperanzas para un Tenerife B que debería haber sido rematado mucho antes.



Empezó el partido con un dèja vú, sensaciones idénticas a las del choque ante el Cacereño, con gol tempranero y ocasiones que hacían preveer 90 minutos de tranquilidad. Vino el dominio de balón gracias al buen trabajo defensivo del equipo, que por fin presionó como un bloque y no de manera individual. El Tenerife B, como filial que es, tiene obligación de jugar la pelota y prohibición de buscar el juego directo; el Real Oviedo se aprovechó de ello y con Miguel y Rayco presionando 2x2 a los centrales anulaba toda la creación tinerfeña, obligando a los medioscentros canarios a buscar el balón demasiado atrás facilitando que los azules adelantasen las líneas y robasen con facilidad y a pocos metros de portería. En repliegue, uno de los puntas se descolgaba y el equipo se plantaba en un 4-1-4-1, provocando superioridad en el centro del campo y buscando la contra aprovechando los buenos movimientos de los dos delanteros más Moré y los lanzamientos de Iván Ania y Curro.

A la hora de sacar el balón jugado desde atrás se apreciaron diferencias respecto a lo visto durante toda la temporada. No hubo dependencia de los dos medioscentros, sino que tanto los laterales como los volantes se involucraron mucho más en la salida de balón. Ernesto y Rubén fueron clave abriendo el campo y permitiendo que Iván Ania y Xavi Moré diesen más opciones de pase a Gonzalo y Jorge, liberando a su vez a Curro y Mario Prieto, que no canalizaron todas las posesiones. Las dos primeras líneas de presión tinerfeña se superaban fácilmente y Rayco hizo un buen partido en los apoyos al mediocampo, desahogando al equipo en zona de ¾. Los 1vs1 en banda se sucedían y por fin Xavi Moré dejó ver parte del fútbol que lleva dentro; el lateral izquierdo tinerfeño soñará con él porque el catalán fue un quebradero de cabeza durante los 70 minutos que estuvo sobre el campo, llevándose todos los duelos individuales con descaro y atrevimiento. El Real Oviedo le necesita y esperemos que siga en esta línea.

Con este panorama, agradó ver que los azules no recurrieron en ningún momento al balón largo buscando la cabeza de Miguel salvo en una o dos jugadas aisladas en las que la presión canaria se convertía en peligrosa. Excepciones perdonables puesto que es preferible rifar el balón y perderlo en campo rival que intentar salir jugando y que el contrario recupere la posesión cerca del área de Aulestia.



La segunda parte comenzó con ocasión de Rayco, pero no fue más que un espejismo. Salvando esa jugada, y dos más de Miguel (en una sufrió penalty, en la otra el fallo es imperdonable), el Real Oviedo apenas llevó peligro al área tinerfeña. Los azules se olvidaron del sacrificio defensivo de la primera mitad, del repliegue y la presión en bloque, de las ayudas atrás forzando situaciones favorables de 2x1 sin balón. Una vez más, se le dio oxígeno a un equipo que estaba contra las cuerdas, se dejó al rival crecer a lo largo del partido y el sentimiento que quedó en el Tartiere es que si el choque durase 10 minutos más, el empate sería más que probable. Pichi Lucas tardó en hacer los cambios y para entonces la cuesta abajo del equipo era irreversible; además, se equivocó en el orden de los mismos, privando al Oviedo demasiado pronto de Xavi Moré y dándole pocos minutos a Pelayo, que a mí entender está un paso por delante de Mario Prieto.

Digna de destacar en estos últimos minutos de agobio la seguridad que transmite Aulestia, muy seguro en todas sus intervenciones y grande por alto, sin dar ni un pequeño resquicio para la esperanza a los jugadores del Tenerife. Contar con un portero así aporta un plus más a los defensas en este tipo de situaciones en las que se saben observados con lupa por toda la grada.

Situaciones encontradas, buena primera parte que sirve para dar algo de esperanza, y mala segunda mitad que nos hace ver que a Pichi Lucas le queda aún mucho trabajo por hacer si quiere conseguir que este equipo sea competitivo y pueda optar más adelante a entrar en puestos que den el privilegio de disputar fase de ascenso. El Real Oviedo necesita crecer futbolísticamente, pero mejor si lo hace sumando puntos de tres en tres como ha hecho hoy.